La ventana hacia el no regreso

 

Era un Viernes por la noche, como cualquier otro, me estaba preparando para salir con mis amigas cosa que mis padres jamás hubieran permitido, debido a que estaba castigada por mis malas notas en el colegio. Pero aun así, no salir no era una opción, aún era nueva en el barrio al cual nos habíamos mudado. No conocía a mucha gente y si quería pertenecer debía salir un poco más de mi zona de comfort.

Me iba a escapar por la ventana, como ya venía haciendo los últimos fines de semana. Había dejado todo preparado para así no levantar muchas sospechas en mi casa. Al bajar, vi del otro lado de la calle, a mi vecino, “el enano”, el cual era un tipo muy extraño. Se pasaba sus días encerrado y las pocas veces que lo había visto parecía que hablaba solo.

Cuando regrese a casa aquella noche, me trepé  al árbol que daba hacia mi ventana, pero cuando intenté abrir fue imposible, estaba completamente cerrada, cosa que no  recuerdo haber hecho. Empecé a tironear la ventana con fuerza, pero sin suerte. Decidí darme por vencida y bajé para intenta entrar por la puerta principal. Pero lo extraño, fue que el perro negro de mi vecino al verme intentar abrir la puerta, no me reconoció y comenzó a ladrarme con  intensidad. En ese momento corrí lo más rápido que pude y logré entrar a mi casa. De manera casi inmediata noté  que algo andaba mal, había algo diferente. En el piso del living vi un espejo roto en mil pedazos. Por un momento, pensé que habían entrado ladrones y me apresuré  hacia mi habitación para ver si había alguien. Al entrar, mis sospechas se habían hecho ciertas. Había una persona durmiendo muy cómodamente en mi cama. Al ver aquella escena, se me paralizó el corazón y con la energía que me quedaba empecé  a tocar muy fuertemente la puerta de mis padres para advertirles de que había un impostor.

Al cabo de unos segundos, mi madre muy alterada me abre la puerta.  A lo que yo le digo “¡Cuidado!”, han entrado ladrones a la casa”. Mi madre se me quedo viendo de forma muy extraña, parecía no reconocer a su propia hija. Se le puso la cara tan pálida como un fantasma y me comenzó a gritar que me vaya ya mismo de su propiedad, que no sabía quién era y como había podido entrar a su casa. Al principio pensé que me estaba haciendo una broma de mal gusto, pero jamás la había visto de esa manera, incluso me amenazó con un cuchillo afilado y con llamar a la policía. Realmente no me reconocía.

Salí corriendo de mi casa, sin saber bien hacia dónde ir. No entendía que estaba pasando, ni quien era la persona que estaba durmiendo en mi cama. Estaba viviendo mi propia pesadilla en carne propia. Recordé que a unos pocos metros de donde me encontraba había una estación de policías. Entre en la estación con lágrimas en los ojos, y comencé a relatarles lo que me había sucedido aquella madrugada. Estaba segura que había entrado un impostor a mi casa, el cual estaba forzando a mis padres a actuar de manera extraña. El policía me pidió mis datos para corroborar en donde vivía y cual era mi nombre, pero fue en ese momento que su expresión cambio completamente. Me dijo que en aquella dirección no estaba viviendo nadie, la casa parecía estar abandonada, solo habían quedado los restos de un incendio que hubo hace más de 5 años.

Al escuchar eso, mi corazón no paraba de palpitar. Tenía que volver a la casa para corroborar que seguía ahí, pero cuando llegué , el policía estaba diciendo la verdad, solo quedaban los restos de un incendio en lo que alguna vez había sido mi casa. Había algunos muebles, como un reloj antiguo y algunas prendas de ropa en mal estado tiradas en el suelo.

No quedaban rastros de mis padres, se los había tragado la tierra. ¿Los había secuestrado el impostor? ¿Qué había pasado con mi casa? Tenía muchas preguntas y pocas respuestas.

Mi vecino me vio del otro lado de la calle. Se acercó hacia mí y con un gesto, me miró  a los ojos y me dijo “A mí tampoco me creyeron, sabía que no estaba loco”.

 

 

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